Martes gris y lluvioso. Una fila de luces rojas delante de nosotros nos decía en clave morse que tal vez llegaríamos un poco después de las 7:00 p.m. a la exhibición «Ya Veremos», de la artista venezolana Leslie Molina, que se exhibe en Arteconsult.
Los velos grises, la música inmersiva y los reflejos plateados que desfilaban en las historias de la cuenta de Leslie en Instagram, eran una continuación de la noche lluviosa que nos acompañaba, y el abrebocas de lo que encontraríamos al llegar.
Desde la vitrina de la galería, un video de la artista caminando sobre rocas enormes y un velo que cubría su rostro, te daba la bienvenida. Al entrar, la melodía de una harpa «de carne y hueso» interpretada por un músico, te conducía lentamente hacia un laberinto en forma de S en cuyas paredes flotaban pequeñas cajas de madera con las piezas de la exhibición en su interior.
En la mitad del pasillo veo a Leslie y me acerco para obsequiarle un ejemplar de la 2da Edición de Living Panamá y conversar con ella sobre la exhibición. Era inevitable no conectar la mirada con otra persona por la estrechez del pasillo, y siendo o no intencional, la limitación de espacio despertaba mi curiosidad sobre lo grande o pequeño que podría ser aquel lugar. —Ya veremos— me dije en la mente, mientras Leslie con una sonrisa nos daba la bienvenida.


Conformada por 26 piezas que gravitan en una paleta de grises, la muestra se aleja de los hilos y el sarcasmo romántico que caracterizan sus trabajos anteriores, para mostrarnos de forma más honesta lo que ella y muchos de nosotros sentimos cuando la incertidumbre, vestida con piel de esperanza, nos promete todo y nos promete nada.
Durante muchos años, Leslie guardó silencio. Nunca habló públicamente de lo que significó dejar Venezuela, de la fractura emocional que implica migrar sin mirar atrás. Su proceso fue interno, denso, postergado, una sombra suspendida en el tiempo esperando encontrar un espacio seguro donde tomar forma.




Con «Ya Veremos», Leslie rompe ese silencio. Por primera vez, se permite explorar y compartir aquello que por años mantuvo encapsulado: la incertidumbre, el desarraigo, la constante necesidad de adaptarse mientras todo alrededor se movía demasiado rápido como para detenerse a sentir. Ese «ya veremos» se había convertido en un velo con el que cubría el «no siento nada» cuando en realidad lo sentía todo.


Con esta muestra, Leslie decide dialogar con esas emociones a través del lenguaje que mejor conoce —el arte— invitándonos a través de reflejos y luces, a formar parte de esa conversación que transforma la vulnerabilidad en fuerza, el pasado en narrativa y el dolor en belleza.
La exhibición estará expuesta en Arteconsult, El Cangrejo, y puedes ir a visitarla hasta el 12 de junio.